[…] Cuando un escritor es algo más que un aficionado, cuando pide a la literatura algo más que los elogios de honrados ciudadanos que son sus amigos, o de burgueses con mentalidad burguesa que lo son del Arte, con mayúsculas, podrá verse obligado por la vida a hacer cualquier clase de cosa, pero seguirá escribiendo. No porque tenga un deber a cumplir consigo mismo, ni una urgente defensa cultural que hacer, ni un premio ministerial para cobrar. Escribirá porque sí, porque no tendrá más remedio que hacerlo, porque es su vicio, su pasión y su desgracia.

 

Y si, llevado a un terreno de actividad política, deja de hacer literatura para dedicarse a redactar folletos de propaganda, que nadie se haga cruces en homenaje a un inexistente sacrificio. El escritor no era escritor, sino político; terminó por encontrarse a sí mismo. Hay numerosos casos de vocaciones tardíamente despiertas que podrían citarse.

 

No debe verse en ello un suceso más admirable que el tan frecuente del escritor que por necesidades económicas ingresa al periodismo. Si deja de escribir literatura, es simplemente porque acaba de encontrar su verdadero camino. Cuando se “tiene” que escribir, hay siempre una hora para robar al dueño del diario, al sueño o al amor. […]

 

(Periquito el Aguador, Marcha, Montevideo, 27-10-1939)