Su tembleque no impedía la precisión al trazar una línea recta. Tampoco su estrabismo era obstáculo para que, desde su escritorio, mirando hacia otro lugar, desvelara cualquier fechoría en el aula. Allí nadie suponía su grandeza y las travesuras, como en cualquier clase de dibujo o francés, estaban a la orden del día.

Yo me fui haciendo amigo de esa señora que siempre tenía una sonrisa en sus labios pintados y que parecía más vieja de la cuenta de sus años. Fue así porque mi padre la había operado y porque en aquellos años estaba empeñado en ser, además de guerrillero, pintor.

Con ella hicimos un mural en la verja que bordeaba el Colegio Loyola, que nunca terminamos. Era una representación del fusilamiento de Sánchez. Plagiando a Goya, quisimos representar a nuestro héroe, vestido con la bandera dominicana.

Se fue doña Nidia Serra, como se fueron Saramago y Monsiváis. Al parecer ha sido una semana para que partieran los grandes. Ella, como ellos, queda en su obra. En su trabajo arduo y en su trayectoria. Aquí les dejo una nota que hiciera el amigo periodista Rainier Maldonado a esa gran pintora dominicana. Hasta siempre, maestra.

Nota en el periódico Listín Diario.