Hablen ustedes de luto,
revolución o sindicato.
Tomen las calles en hordas,
ganen la batalla.
Suiciden su sueño.
Yo seré calles y hordas.
Contemplaré la ilusión que desvanece.
Volveré con cada otoño,
incluso el suyo.
Caminaré las calles del sueño,
en el sueño.
No ensuciaré con lodo mis manos;
seré también el lodo y las manos.
Empuñaré una rosa sin orgullo.
Me saciaré en la música y los libros.
Ustedes vayan a pacer.
Cambien de un tajo al pastor,
busquen su dueño.
Yo me mojo con la lluvia y soy pequeño;
un insecto sin gloria.
Escucho jazz para pasar el rato.
No tengo asuntos pendientes con la historia.
Y vuelvo al vaso con hielo,
a la página.
Y fumo de cualquier cigarro y de ninguno.
Y creo en la palabra revolución
porque es palabra.
Cómo no.
Pero mis himnos, las nostalgias,
son pequeñas.
No aspiran a más que siempre menos.
A congelar el mundo, por momentos,
en las cosas queridas.
Levanto el puño izquierdo, sí.
Alzo banderas en las noches,
ocupo camas
y transformo los días.